lunes, 17 de febrero de 2014

ACERTIJO



Si persigues luz, hallarás oscuridad
Anhelando  día, la noche verás
Cierra los ojos y la herida sangrará
Si quieres compañía, la tendrás
Se llamará soledad
Cuando te sientas pleno, el vacío te ocupará
Si en la dicha vives, en desdicha acabarás
Si el amor te embriaga, dolor vomitarás
Nada es, solo está
Si buscas azar, la caléndula deshojarás
Teniendo riqueza, el más pobre serás
Mirarás la tierra yerma que quisiste arar
Cerrarás tu mano en el grano por sembrar
Temblarás de ira y rabia y amor por dar
Lágrimas saladas, la semilla harán germinar
Bajo  tierra  que no supiste encontrar
Nada fue, todo será

En este acertijo infernal



miércoles, 12 de febrero de 2014

LA COLLECTIONNEUSE DE DESIRS VIII



Le miré,  mientras saboreaba con evidente deleite la aceituna del Martini
No me gustaba el cariz que había tomado la conversación. Gabriel estaba muy serio después de contarle que le había estado siguiendo hasta hacerme la encontradiza, pero todavía  era pronto para contarle todo.
Tomaba pequeños sorbos  y permanecía callado.
 - Se que todo esto te resulta extraño, pero te ruego que confíes en mi 
Me contestó con  voz  fría y aparentemente tranquilo, mientras sus ojos se clavaban en los míos. Tuve la sensación de que su mirada  penetraba hasta mis  pensamientos más ocultos y, de alguna forma, me sentí desnuda ante él.
- No me gusta que me utilicen como un juguete, ni que me tomen el pelo. Me pides que confíe en ti, en alguien que me ha traído hasta aquí, engañado,  con no se que pretensión. No te conozco de nada y lo cierto es que no has empezado con muy buen pie a ganarte mi confianza.  Es más, estoy intentando encontrar una razón para seguir sentado en esta silla.
- ¿Te suena el nombre de Jorge Villamil?
- No. ¿Quien es?
- Fue el artífice de este restaurante y su primer propietario
- ¿Y?
- Os conocíais. Tengo fotografías en las que apareces con él
- Puede ser, no me suena su nombre. Si lo viese, probablemente lo recordaría. Por mi trabajo he estado en muchos actos de los que se dejaba testimonio gráfico ¿Está aquí?
- No exactamente, ya te he dicho que no es el propietario actual, pero se dejo la piel en hacer de El Faristol algo más que un negocio. Mucho de él sigue aquí. De hecho, cada vez que vengo noto su presencia.
- ¿Perdón?
- Esta muerto.... y era mi mejor amigo. Probablemente el único de verdad que he tenido.
- Lo siento
- No seas hipócrita, no me gustan los hipócritas. Ni siquiera lo recuerdas.
- Lo siento por ti, no por él. Pero tienes razón, no lo recuerdo
      - Quizás esto te refresque la memoria

Abrió su bolso de mano y buscó en su interior, sacando una fotografía. Me la entregó y al mirarla lo recordé. En ella aparecían cinco personas en un comedor, de pie junto a una mesa con una copa de vino en la mano. Carme Ruscalleda con traje de faena, Elena Arzak, el jefe de cocina de Martin Berasategui,  Jorge Villamil y yo. Estábamos en el comedor de  Viñas del Vero. La bodega había encargado a un editor de libros de gastronomía, amigo mío, la organización de un encuentro  en torno a un hongo muy preciado y escaso, que se había empezado a cultivar en el entorno del Somontano de Huesca,  trufa Tuber Melanosporum.
A las veinte personas invitadas, nos trasladaron al Prepirineo y  un perro adiestrado nos hizo una demostración de como localizaba los hongos en una zona poblada de encinas y escarbaba frenético con la noble intención de comerse tan preciado manjar
El acto central del día era una comida preparada por Carme Ruscalleda que, ya entonces, tenía dos estrellas Michelin, años mas tarde conseguiría la tercera, fue la primera mujer en España en hacerlo, en la que el leitmotiv de todos los platos era la susodicha Trufa, desde los aperitivos hasta los postres. Fue un auténtico lujo haber asistido a ese encuentro.
Recordé que Jorge Villamil era periodista, especializado en crítica gastronómica. Me lo presentó mi amigo y me cayó bien desde el principio. No tenía pelos en la lengua y no le temblaba  el pulso para denunciar las corruptelas encubiertas que se daban en su profesión, para encumbrar o hundir un establecimiento con sus críticas, en función de lo bien o mal tratados que eran los críticos en sus visitas de trabajo a los restaurantes. Su prestigio profesional era indudable, aunque no era muy apreciado ni por los restauradores mediocres ni por sus colegas. No quería compromisos ni ataduras que le mediatizasen sus opiniones, por eso trabajaba como free-lance Sentía gran admiración por el trabajo realizado por Carme y no lo ocultaba. Esporádicamente era contratado por la “Guía” para evaluar restaurantes y sus informes tenían un peso específico importante a la hora de decidir si se sumaban, mantenían o restaban las famosas estrellas, según me contó mi amigo editor.
Recordé el momento de tensión que se produjo durante la comida cuando, poco antes de servir el plato fuerte, sirvieron el vino estrella de la bodega. Varias botellas de Blecua, previamente oxigenadas, fueron depositando su tesoro líquido en las copas dispuestas al efecto, mientras nos explicaban las excelencias de ese caldo extraído de las uvas de los mejores viñedos de la propiedad y con una producción limitadísima y un precio acorde, o sea disparatado.
Yo no era experto en vino, me quedé en la fase del me gusta o no me gusta, por lo tanto no iba a emitir ningún juicio temerario sobre las virtudes o defectos de la estrella, pero no me gustó. Eso no tenía ninguna trascendencia puesto que mi criterio no tenía ningún valor, pero Jorge vio la expresión de mi cara al probarlo y sin decir nada me sonrió y asintió. De forma sutil hizo una crítica despiadada de la forma en que se había degradado la consideración  hacia la buena mesa,  se había elevado  a arte algo que, aunque lo era, no concedía patente de corso al “artista”, fuera este un cocinero o un enólogo, para hacer creaciones que solo el creador consideraba insuperables, y que eso, además fuese la excusa para incrementar exponencialmente el precio de algo que no valía gran cosa. Había que volver a poner las cosas en su sitio y repartir grandes dosis de humildad en esos sectores.
“Ya esta bien de vender  humo, hay que volver a buscar la sencillez, la simplicidad, la esencia, no crear laboratorios” apostilló.
Por eso me sorprendió mucho que hubiese decidido pasar al otro lado de la mesa sabiendo que muchos de sus antiguos compañeros y restauradores iban a hacer lo posible por hundirle profesionalmente.
-          Si, lo conozco, ahora se quien es, lo recuerdo. Un año después de que se tomó esta fotografía volví a coincidir con él en la brasserie del  Hotel Du Louvre de Paris y recuerdo que estaba manteniendo una discusión con el Maître


Ocho  años antes

-          Entonces, de acuerdo, firmaremos el contrato  la semana próxima – dijo Jorge
-          Bien, le deseo suerte en el negocio

Al salir de la casa, cuya compra acababa de acordar, me asaltaron mil dudas. Por un lado pensé que por fin  iba a  materializar algo que levaba en mente desde hace mucho tiempo, pero no podía dejar de pensar en el riesgo que suponía. Hay mucho trabajo por hacer. No necesita grandes reformas, pero hay que montarlo todo partiendo de cero. Y puede que el público no se sienta satisfecho, o que no les gusten los platos, o la decoración o mi cara. ¡Joder ya esta hecho y no hay vuelta atrás, como diría un castizo, a tirar “palante”
Algunos amigos me tacharon de loco y no les faltaba razón. Montar un restaurante en un pueblo de la costa, abandonar un trabajo  y jugarse lo poco que tienes, tiene mucho de locura. Pero se que va a salir bien, lo se.

 Los meses siguientes fueron muy intensos. Los gremios, como siempre ocurre, iban con retraso respecto a la fecha de finalización de las obras y cada vez veía mas complicado poder inaugurar en Semana Santa, que era lo que había previsto.
Era una casa antigua, grande, típica de pueblo, con dos plantas, un ático diáfano y un jardín no muy grande pero  al que, desde el principio,  vi muchas posibilidades. En la planta intermedia de la casa estaba la vivienda donde me instalé y me reservé el espacio del ático como zona de ocio y esparcimiento. Tenía lo básico para vivir con un mínimo de comodidad, pero por el momento era suficiente. Ya habría tiempo de arreglarla, si las cosas marchaban bien.
La planta baja tenía una distribución irregular pero se podía adaptar para tener varios comedores no muy grandes, una barra de bar, la cocina y todo lo necesario.

.... Estaba todo preparado. 
Tenía los nervios a flor de piel aunque no se me notaba. Horas antes del día de Jueves Santo todavía andábamos limpiando y terminando de organizar para poder abrir.
La inauguración estaba prevista a las 12 horas. Invité a gente con la que quería estar y a gente que me interesaba que estuviese. Sabía que me examinarían con lupa, que no habría piedad, ni siquiera el día en que, aunque solo fuese por cortesía, no procedía evaluar al restaurante.

Pero era pedir demasiado. Mi trabajo anterior me iba a pasar factura y lo sabía. 

Continuará